Perspectivas distributistas
Cruz y Fierro
Introducción a la Serie Perspectivas Distributistas (Volumen I)
En julio de 1934, el profesor de historia de la Universidad de Fordham, Ross J.S. Hoffman, escribió en la revista católica “The Sign”: “No es una circunstancia poco común que la gente hable y discuta mucho sobre algo sin molestarse por definir con precisión el tema.” Es desafortunado que las palabras del Dr. Hoffman se apliquen hoy a las discusiones entorno al Distributismo, y especialmente a aquellas discusiones que pretenden tratar con sus supuestas fallas, defectos y cargas inaceptables. Mucho de la confusión se alimenta del resbaloso hábito mental que los modernos han heredado del estado degradado de la actividad intelectual que caracteriza el Occidente post-renacentista, y al cual el Prof. Hoffman parcialmente se refiere. Otra fuente de confusión es la relativa ausencia de comprometidos defensores académicos del Distributismo que sean capaces de articular su enseñanza con una simpatía objetiva y aún real. En su lugar encontramos supuestos historiadores de las ideas cuyos prejuicios están inherentemente a favor de la modernidad y todos sus lugares comunes, tales como la casi adoración de la democracia liberal, el libre mercado y el industrialismo.
Lo que permite que esta triste situación continúe es la ausencia de acceso primario a las fuentes que permita a la defensa hablar por sí misma; que permita a los mismos distributistas explicar lo que los distributistas pensaban, creían y por lo que trabajaban. Más allá de unos pocos de los títulos más populares y alegres de Chesterton y Belloc que están disponibles –tales como “Lo que está mal en el mundo”, “El marco de la cordura” y “Un ensayo sobre la restauración de la propiedad”—que tratan sobre aspectos generales del ideal distributista, el enorme volumen de material, en forma de artículos, panfletos, conferencias, etc., que fue producido por los distributistas y sus partidarios durante los años de entre guerras es prácticamente inhallable aún para el más determinado desenterrador de archivos. Esta desaparición de materia prima deja la defensa y, con mayor frecuencia, la crítica del Distributismo en estudiosos de segundo nivel que sufren tanto de ignorancia sobre mucho de lo que fue escrito por los distributistas como, en forma más frecuente, de los preconceptos modernos que toman al mundo políticamente correcto del tercer milenio como algo dado y no pueden apreciar ni simpatizar con el combate llevado a cabo por los distributistas contra el modernismo, porque ya no ven ni con los ojos de la fe ni con los de la razón con la Filosofía de Santo Tomás. En una palabra, la mayoría de los estudiosos modernos que tratan la historia y la filosofía del Movimiento Distributista son liberales, en el sentido en que el liberalismo fue frecuentemente condenado por la Iglesia y refutado por los teólogos. Sin embargo, por defecto recae en estos estudiosos, animados por motivos puros o de otro tipo (en última instancia sólo Dios puede juzgar), el destilar el contenido del Distributismo para el lector moderno que, desacostumbrado al heroico acto de leer entre líneas, tiene pocas opciones más que tragar los prejuicios ideológicos en favor de la democracia liberal, el pluralismo y el indiferentismo religioso –todo disfrazado como progreso verdadero y reforma social auténtica—que se profieren contra simples hechos de la historia y la filosofía del Distributismo de la forma en que son tratados, tamizados por la propaganda modernista, por la mayoría de los modernos escritores sobre la cuestión distributista.