Monday, July 21, 2008

Una doctrina que fue descartada sin ser probada

Cruz y Fierro


En 1926 se fundaba la Liga Distributista con el objeto principal de sostener las cuentas del G.K.’s Weekly. En el acta constitutiva, los firmantes se comprometían a militar por la preservación de la propiedad como medio de asegurar la libertad familiar e individual frente a los regímenes opresivos, y una mejor distribución del capital mediante la propiedad individual de los medios e instrumentos de producción como única forma posible de preservar la propiedad privada. Pero como admitió Chesterton, el principal objetivo de la Liga era la propaganda.

Dos años después, la Liga alcanzó su mayor afiliación con más de dos mil miembros. La primera manifestación pública de la Liga tuvo como excusa uno de los debates entre Shaw y Chesterton con Belloc de moderador de ese 1928. Esta vez la sede de la BBC en Kingsway Hall casi se convierte en escenario de un motín.

G.K.’s Weekly se debatía entre las cuestiones sociopolíticas y la literatura, haciéndose muy difícil el manejo editorial del semanario, y para 1931 fue necesario crear un boletín, “The Distributionist”.

A medida que se iban explorando las consecuencias lógicas del distributismo, la Liga iba asumiendo posiciones políticas y sociales a veces contradictorias con los orígenes liberales o socialistas de muchos de sus miembros. Para 1930 la Liga se había apartado del movimiento sindical británico que consideraba demasiado mezclado con la política partidaria. Poco después, el distributismo abrazaba la causa monárquica. Paralelamente se denunciaban los abusos de las finanzas internacionales –casas bancarias muchas veces dominadas por familias hebreas. En agosto de 1935, Chesterton dejó asentado que, viendo la corrupción del sistema parlamentario, estaría dispuesto a darle una oportunidad al fascismo. Según nos cuenta Maisie Ward, diversos movimientos en los EE.UU., Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica y la India decían haberse inspirado en el distributismo.

Tras la muerte de Gilbert, Belloc toma la dirección de la Weekly Review. Las editoriales enfocan en el grave peligro del comunismo internacional. Ese mismo 1936 el historiador asume la presidencia de la Liga con T.S. Eliot, Eric Gill y Ada Jones Chesterton como vices. La Liga tuvo cierta simpatía con la Unión Británica de Fascistas en un primer momento, lo que le valió el alejamiento de algunos miembros fundadores. Para poco antes de la Segunda Guerra, la Liga prevenía al gobierno británico contra un decolonialismo desordenado.

Pero como toda cosmovisión independiente en esos años, la Guerra de 1939 fue el comienzo del fin. Sólo un año después, la Liga era liquidada.

Si bien hubo un tibio intento por revivirla en marzo de 1947, el distributismo como opción político social quedaba relegado “sin haber sido probado” frente a la realidad de la Guerra Fría.

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Pero el Distributismo era anterior y superior a la Liga de tan corta vida. Esta concepción había surgido inicialmente en los debates sobre la modernidad que se sucedían en las páginas de “The New Age” desde 1905 y que, azuzados por Orage, involucraban a H.G. Wells, G.B. Shaw, G.K. Chesterton y Hilaire Belloc.

Las columnas se multiplicaban. El pública participaba con cartas de lectores. Los temas se extendían. De manera tal que, para 1909, Orage se vio obligado a suspender el debate, la “controversia del Chesterbelloc”, según la famosa alusión de Shaw para referirse a sus dos contrincantes de forma burlona.

Chesterton y Belloc llamaban a una distribución equitativa de la propiedad y una restauración del control del trabajador sobre su comercio, su agricultura y su industria. Los distributistas denunciaban los horrores de la sociedad industrial masificante, a la vez que prevenían sobre un creciente poderío de control por parte del estado sobre la sociedad civil.

El desarrollo del Distributismo incorporó los aportes de la encíclica “Rerum Novarum”, el movimiento del crédito social, los neo-corporativistas y los agraristas. La restauración de una sociedad orgánica a escala humana podía lograrse, decían, en pequeñas unidades de producción y consumo según estamentos socioeconómicos naturales al modo de las guildas medievales. El ideal era una economía bien balanceada de granjeros independientes y pequeñas industrias autogestionadas, y una sociedad dividida en pueblos descentralizados y solidarios y familias autosuficientes.

El Distributismo era realista y anti-utópico. El desarrollo del sistema sería decidido por sus mismos protagonistas y logrado por la interacción personal de la gente. No habría grandes ideólogos ni planes. En fin, los distributistas eran verdaderos liberales frente a un capitalismo y un comunismo que conducen a formas de esclavitud.

Del diario de Orage, los distributistas saltaron al “Everyman”, donde Cecil Chesterton, W.R. Titterton y Gilbert exponían sus ideas. Pronto se les unieron, en ese u otros periódicos, A.R. Orage, A.J. Penty, S.G. Hobson, Maurice Reckitt, el comandante Herbert Shove, Eric Gill, Sir Henry Slesser, Ada Jones Chesterton y el padre Vincent McNabb –el alma del distributismo.

Orage exploró en una nueva época de “The New Age” (1911-19) con el desarrollo de su teoría del socialismo corporatista, lo mismo que Hobson.

Con la publicación de El Estado Servil de Belloc (1912) y su éxito de ventas, el Distributismo tomó nuevo vigor. Poco tiempo antes, había fundado junto a Cecil el periódico Eye-Witness como forma de difundir sus ideas en forma más libre. Renombrado como New Witness, el periódico distributista alcanzó su mayor nivel de ventas tras la exposición del “escándalo Marconi” (1916) en el que se expusieron negociados del gobierno liberal. Mientras su hermano combatía en el frente, Gilbert tomó a su cargo la dirección del periódico que debió liquidar en 1923.

Dos años después Chesterton fundaba G.K.’s Weekly, financiándolo con sus cuentos detectivescos. El semanario se convirtió entonces en la plataforma para un nuevo impulso distributista. Y aparece la Liga.
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Fracasado el intento comunista y tras el incumplimiento de las promesas de un supuesto capitalismo triunfante, hoydía intenta renacer con nuevo ímpetu esta doctrina política, social y económica que hace ya un siglo comenzaran a descubrir Gilbert Chesterton y Hilaire Belloc entre cervezas y cigarros en algún pub londinense.

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